jueves, 14 de enero de 2010

Cansado.

Si mañana el mundo amaneciera siendo perfecto, ninguno de nosotros seguiría vivo.

Estoy tratando de explicarme lo que es la perfección.

Si mañana el mundo amaneciera siendo perfecto, ninguno de nosotros seguiría vivo. ¿Por qué? Porque el mundo sería perfecto para si mismo. No incluiría a ningún hombre que pudiera destruirlo o ensuciarlo de manera innecesaria. Seguramente encontraría alguna manera de equilibrar el exceso de orden que quedaría luego de deshacerse de nosotros. Tal vez brindaría algo de inteligencia a las cucarachas o cualquier otro animal, para que puedan pensar y no aburrirse, pero tan pronto como viera que empiezan a excederse, les quitaría lo que les sobra y seguirían felices, conviviendo unos con otros, destruyendo por aquí, creando por allá.

Quizá el hombre dejó ciego al mundo y no se pudo dar cuenta cuándo empezamos a caer en picada hasta que fue muy tarde. Nosotros destruímos por aquí, destruímos por allá.

Entonces, ¿a dónde he llegado? ¿Sé ya lo que es la perfección? Aún no lo tengo claro. Hasta ahora me parece que entiendo que la perfección no es posible: el mundo ahora no es perfecto. Ni para sí mismo ni para nadie. ¿Por qué? Porque somos millones y millones de personas, cada una peor que la otra y cada una con ideas diferentes, diferentes concepciones de la belleza y ese tipo de cosas que al final no importan, entonces la perfección se vuelve imposible, pues lo que es bello o llega a ser perfecto para uno deja de serlo para el otro en algún mínimo detalle al menos, pues nadie es igual a su vecino. ¿Voy bien? Creo que sí.

Creo que la mejor opción para el mundo es deshacerse de todo lo que vive sobre, encima y dentro de él y empezar de cero. Aunque al crear nuevas formas de vida y ese tipo de cosas encontraría que empiezan a transformarlo todo a sus necesidades y lo que ellos creen les será perfectamente útil. Y de nuevo nada será perfecto, pues habrá distintas opiniones.

¿Sabes? Llegué a una conclusión: estoy cansado de buscar la perfección.

viernes, 1 de enero de 2010

Pie, realidad.


Extraña como es la vida, es el paso del tiempo mismo. Es el paso de los años, dando lugar a las décadas que a su vez dan lugar a los siglos y asi sucesivamente hasta las eras.

Hoy ha comenzado otro año y con el otra década. Hace diez años un nuevo milenio, según lo establecido.

Ni siquiera me di cuenta.

Cruzando palabras con un ser diferente me he dado cuenta de muchas cosas. Lo insoportablemente inútil que es la vida. El tiempo que pasamos no siendo nosotros, sino alguien más. Buscando una escencia que no tenemos y deseamos más que nada. Una escencia inexistente. Algo completamente irreal que nos hará sentir mejor. Utopía, podría llamársele, pero es ahí cuando caemos en la esperanza.

Y la esperanza, a su vez, da lugar a la fé. El creer y no pensar. El seguir sin cuestionar.

El velo invisible en los ojos de la razón.

La razón, la razón, la razón. "Tienes toda la razón". Usamos la palabra más veces de las que nos damos cuenta. Ni siquiera sabemos completamente lo que significa o de lo que se trata.

Quisiera conocer cada pensamiento de cada gran pensador de esta y todas las eras y cuestionarlos para asi llegar a un propio pensamiento. Y cuestionarlo. Cuestionarlo de igual manera para luego transmitirlo a quien disponga del tiempo suficiente para escuchar lo que tengo qué decir.

Me hundo cada vez más en este asiento. Este asiento representa mi propia mente. No tengo en este momento un pie para pisar. Ella es mi pie, mi cuerpo entero. El suelo es la realidad. Estos días no existen. No me encuentro en el mundo, estoy en otro lugar, descubriendo partes de mí que no creía tener.

La realidad es la gran limitante. La gran pero indispensable limitante. Ese domo en la mente que nos impide salir volando, pues salir volando es abandonar el cuerpo. El cuerpo es real. El cuerpo es lo más real que tenemos, un envase que impide que el fluido de nuestra mente se derrame y lo invada todo. Para eso es el cráneo, para eso son los huesos. El sostén y la locomoción son algo secundario. El hueso es la barrera entre lo real y nuestro interior, el otro lugar. El cráneo es el arma de la realidad. El escudo que protege al mundo de la libertad del hombre, lastimándolo.

Pero la realidad es la fuente del placer. Otra arma que le ayuda a mantener al hombre en ella. El placer es necesario. Un hombre sin placer será jamás un hombre entero, así como un hombre vivo será jamás un hombre libre, pues es presa de la necesidad. Necesidad de compañía, alimento y excreción.

Somos irremediables, inevitables esclavos del cuerpo. Una vez que consigamos la tan anhelada libertad y alcancemos la plenitud de la mente (es decir, abandonemos nuestro cuerpo), no tendremos forma alguna de comunicar lo que hemos descubierto.

Por eso, y solo por eso, es que debemos adentrarnos en nosotros y en el mundo mismo para descubrir e interpretar lo que encontremos. Luchemos contra la realidad.