domingo, 2 de mayo de 2010

Y ya que hablamos de inmovilidad.

Se siente bien. Se siente bien cuando alguien a quien no has visto en mucho tiempo te visita entre sueños. Su figura aparece de entre la niebla -esa niebla de que estan hechos los sueños-, desenfocada. Te esfuerzas por distinguir de quién se trata y respiras tan profundo como puedes, intentando reconocerla con más facilidad. Entonces, de pronto, tienes su sonrisa frente a tí y lo entiendes todo.

Amo dormir. Odio dormir.

Me gusta el café. Quiero café. Estúpidos días en quiebra y calor. Quiero sentarme y platicarle a la nada cómo me ha ido últimamente. Si alguien gusta reemplazar a la nada -y pagar por mi café de paso- bienvenido. Bien, miento. Prefiero no salir de aquí por ahora. Más tarde veremos qué pasa. Jamás hay nada ante mí. Siempre algo, alguien, humo.

-Prepárate, estás a punto de irte.

-Lo sé. Me preparo. Me aislo. Me siento. Me quiebro.

-Bien. No te dejaré ir de cualquier otra forma.

-Lo entiendo. No, no lo entiendo. ¿A ti qué más te da?

-Me importa más de lo que entenderás jamás. Me importas más de lo que entenderás jamás.

(Silencio)

(Humo)

(Viento)

(Atardecer)

-Tú y yo estamos condenados. Vivimos unidos por un lazo invisible, irrompible. Un contrato irrevocable que firmamos aquella tarde. Aquella tarde que segúramente has olvidado. Pero la vida no olvida. Y nos ha jugado la peor de las bromas. Nos hemos jugado la peor de las bromas y hemos de pagar por ello.

-Lo sé.

-Por eso te pido que vuelvas. Por eso te pido cuides de ti.

-Estoy listo. Me voy.


Y asi, J se ha ido. Sin pensar más de lo debido. J se ha ido sin saber a dónde. Se ha ido para volver algún día, pero aún no sabe cuándo. Volverá triunfal, siendo poco menos que la sombra de lo que solía ser. Será nada a los ojos de la gente, pero a los ojos de ella volverá triunfante. Están condenados, ambos lo saben. Todo va a terminar mal, ambos lo saben. Pero terminarán juntos, simultáneamente.

También lo saben.