sábado, 6 de junio de 2009

Henry.

I saw nothing.


Y eso fue todo. Todos se conformaron. La respuesta fue tomada como cierta. Una verdad definitiva.
Tal vez se debió a esa inexpresividad en sus palabras o a lo aburrido que se notaba que estaba. Toda la expectación murió con esas tres palabras.



Todos lo creyeron, excepto yo. Yo conozco a ese imbécil y leo la verdad en su rostro. La verdad era otra. Detrás de la piel, y sus ojos se esconde lo que en verdad pasó. Sus expresiones pueden mentirme, sus huesos y su sangre no. Y al parecer es lo que debo mostrarles: huesos y sangre.

Todo lo tuve planeado tan rápido que tan pronto como dió un paso, me lancé hacia el. Lo tiré al suelo y le arranqué los ojos y la piel del rostro mientras gritaba I know nothing! I know nothing!, pero no me detuve. Seguí ante una multitud de ojos que, por su tamaño y el brillo furioso que dirigían hacia lo que enfrente se les presentaba de pronto, se confundían con los faroles de la calle... seguí hasta que desistió y por fin dijo lo que el mundo necesitaba escuchar: que él lo había visto, que lo sabía y que debía morir ahí.

1 comentario:

aamb dijo...

Pues sí, con tortura quién no confiesa o quién no miente para librarse.

Pero así como el vió, todo se puede saber con la mirada de sus ojos.


te amoo