viernes, 11 de diciembre de 2009

De verdad lo siento, no puedo dormir.

Historias de baños.

Hasta hace dos minutos me encontraba acostado en mi cama. Boca arriba.

Realmente no tengo idea por qué disfruto tanto acostarme boca arriba si jamás puedo dormir de esa manera. Solo cuando estoy exhausto y créeme, eso no pasa seguido -no porque jamás me canse, sino porque no hago actividades que puedan provocarme tal estado-. Mientras estaba ahi, inmóvil, mirando el mismo techo que infinidad de veces he mirado en noches increíblemente parecidas -porque aquí, lamentablemente, las noches en primavera, invierno, otoño o verano son practicamente lo mismo- me puse a pensar en eso que todos pensamos cuando no tenemos por qué pensar. En todo.

Recordé todas y cada una de las veces que he entrado a algún baño público. Contadísimas. Si hoy encontrara en el camino a un sujeto y me dijera que sabe todo lo que he hecho en mi vida y eligiera al azar un aspecto de ella que se hubiera repetido más de una vez y por cada una de esas veces me cortaría un dedo de los diez con los que cuento en las manos, aún me quedarían tres.

Nada mal, no tendría una deuda más.

La verdad es que les tengo miedo a los baños públicos. Aún si son para una sola persona. Bien, especialmente si son para una sola persona. No sé de qué se trata. Jamás tuve ninguna mala experiencia que se relacione en lo absoluto con baños públicos. Simplemente me aterran.

Lo más curioso es que jamás he entrado a hacer uso de ellos.

La primera vez llegué a ellos por error y salí de prisa. Nada especial.

La segunda vez fue en un restaurant, de esas veces que símplemente no sabes qué haces ahí y con esa clase de gente. Sentí la necesidad de salir de ahí, arrancarme la corbata y, con un poco de suerte y mal cálculo, la garganta. Solo me disculpé, y no tuve otra salida que dirigirme al baño. No hice nada. Me paré frente al espejo sin mirarme realmente. Cuatro minutos y treinta y tres segundos.

La tercera y la sexta fueron exactamente iguales. 2:35 y 4:06 minutos y segundos en cada una respectivamente.

Las otras tres no recuerdo siquiera haber entrado. Solo desperté dentro de ellos. Una bañado en sudor, otra en vómito y otra en sangre de alguien más.

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